dijous, 30 de desembre del 2010

Compassió

I la Carta de Taizé 2011 continua així...

"La opción por la alegría no es una evasión lejos de los problemas de la vida. Al contrario, ella permite mirar a la realidad de frente, incluso en el sufri­miento.

La opción por la alegría es inseparable de la opción por el hombre. Ella nos colma de una com­pasión sin límites.

Gustar, aunque sea un poco, la alegría de Dios hace de nosotros mujeres y hombres de comunión. El individualismo como camino hacia la felicidad es una ilusión.

Ser testigos de la comunión supone tener el valor de ir contracorriente. El Espíritu Santo nos dará la imaginación necesaria para encontrar cómo hacernos cercanos a los que sufren, escucharlos y dejarnos tocar por las situaciones de angustia.

El camino de la felicidad, en el seguimiento de Jesús, consiste en el don de nosotros mismos, día tras día. Por nuestra vida, con una gran sencillez, podemos expresar el amor de Dios.

¡Si nuestras comunidades, nuestras parroquias, nuestros grupos de jóvenes se convirtiesen cada vez más en lugares de bondad del corazón y de con­fianza! Lugares donde nos acojamos mutuamente, donde busquemos comprender y sostener al otro, lugares donde estemos atentos a los más débiles, a los que no son parte de nuestro círculo habitual, a los que son más pobres que nosotros.

Uno de los signos de nuestro tiempo es la bella generosidad con la que innumerables personas han ayudado a las víctimas de las dramáticas catás­trofes naturales. ¿Cómo puede esta generosidad animar nuestras sociedades, también en la vida cotidiana?

Por necesaria que sea la ayuda material en ciertas situaciones de emergencia, ésta no es suficiente. Lo que importa es hacer justicia a los despojados.

Los cristianos de América Latina nos lo recuer­dan: el combate contra la pobreza es un combate por la justicia. La justicia en las relaciones interna­cionales, no el asistencialismo.

Aprendamos a superar el miedo. Todos cono­cemos ese reflejo de protección que consiste en querer garantizar nuestra seguridad incluso a expensas del bienestar de los demás. Y esto parece acentuarse en nuestra época, en la que aumenta el sentimiento de inseguridad. ¿Cómo no ceder al miedo? ¿No será yendo al encuentro de los demás, incluso de aquellos que aparecen como una amenaza?

La inmigración es otro signo de nuestro tiempo. A veces es percibida como un peligro, pero es una realidad ineludible que ya está modelando el por­venir.

Otro signo de nuestro tiempo es la creciente pobreza en el interior de los países ricos, en los que a menudo, el abandono y el aislamiento son las pri­meras causas de la precariedad.

La acumulación exagerada de bienes materiales mata la alegría. Ella nos atrapa en la envidia. La felicidad se encuentra en otra parte: al escoger un estilo de vida sobrio, al trabajar no sólo por el bene­ficio, sino para dar sentido a la existencia, al com­partir con los demás, cada uno puede contribuir a crear un futuro de paz. Dios no nos da un espíritu de temor, sino un espíritu de amor y fortaleza inte­rior."

· Dónde he sido testigo de la pobreza o la injusticia?
· ¿Qué despierta mi generosidad? ¿Cómo sostenerla a través del tiempo?
· ¿Es importante estar más atentos a nuestro estilo de vida?
· ¿Qué nos ayuda a mirar a los que sufren y a dejarnos mirar por ellos?

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